Generalmente cuando un niño suele repetir segmentos, sílabas, palabras o frases al hablar tales como: t-t-t-tina, pe-pero, voy a-voy a; o usa muletillas constantemente, escuchamos decir que tiene un problema de tartamudez; mismo que en su desarrollo cotidiano los enfrenta a situaciones problemáticas de discriminación y aislamiento social, pues dentro de su grupo de pares, el niño se vuelve objeto de sobrenombres con aspecto peyorativo y burlas, las cuales suelen provocar en el niño manifestaciones conductuales de inhibición, retraimiento y logofobia (miedo a hablar), angustia y ansiedad a la hora de comunicarse, e incluso en situaciones más graves, mutismo (Gallardo y Gallego, 2000).
Ante esta situación, los padres muestran una actitud de preocupación, miedo e incertidumbre y, en consecuencia; en conjunto con los maestros tienden a corregirlo constantemente con frases como: “Habla bien”, “¿Por qué haces eso?”, “No te trabes”, “A ver, tranquilo”, entre otras. Pero, ¿cuál es el por qué de su reacción temerosa? ¿Qué es lo que provoca esta actitud de inseguridad en los padres? En este sentido, se considera que estas reacciones tienen como origen el “miedo a lo desconocido” y el no saber por qué se presentan estas características en sus hijos, pero sobre todo, ante la incertidumbre de cómo intervenir al respecto.
Debido a esto, es importante distinguir a qué se refiere dicha alteración en el habla, cuáles son sus posibles causas, sus características y qué es recomendable para darle un adecuado tratamiento.
Antes que nada debemos de saber que la tartamudez o disfemia es una alteración funcional de la comunicación verbal sin anomalías en los órganos de fonación, es decir, es un trastorno en la fluidez del habla sin alteraciones orgánicas, caracterizado por repeticiones o bloqueos espasmódicos que afectan al ritmo del lenguaje y a la melodía del discurso (Gallardo y Gallego, 2000: 246) que suele ser muy variado de una persona a otra, no obstante, algunas de sus características generales se agrupan en los siguientes grupos:
- Repetición constante de sílabas, palabras o frases.
- Obstrucciones del flujo del aire debido a la tensión producida por el esfuerzo realizado al articular algún sonido.
- Prolongaciones anormales de segmentos de sonido. Por ejemplo, en la palabra mano, la consonante “m” es producida como un único sonido alargado “mmmmmano”.
- Uso de sonidos o palabras con fuerza emocional al presentarse dificultad para articular (por ejemplo oh, mmm, ah).
- Acentuación extraña en las palabras, entonación y tempo anormales en las oraciones debido a un habla entrecortada y una respiración irregular.
- Dejar palabras sin terminar.
- Evitar ciertos sonidos a causa de la dificultad para articularlos.
Asimismo, dicha alteración suele presentarse, según investigaciones, con un predominio de los hombres sobre las mujeres, lo cual es sustentado por algunos autores como Colombat (1930), quien afirma que el desarrollo del lenguaje es mejor en las niñas.
Desde una concepción amplia respecto a este trastorno del ritmo, Gallardo y Gallego (2000) mencionan tres posibles momentos:
- Tartamudeo inicial: Este se presenta aproximadamente a los tres años de edad, en donde muchos de los niños manifiestan repeticiones silábicas y “cortes verbales”, los cuales desaparecen con la edad, puesto que más que un problema de tartamudez tienen que ver con procesos de adquisición y desarrollo evolutivo del lenguaje. Dichas manifestaciones son consideradas como normales y debe evitarse corregirlos, pues esta acción podría producir angustia y ansiedad en los niños.
- Tartamudeo episódico: Se piensa que podría presentarse a partir de los cinco años de edad, pues circunstancias como el ingreso al medio escolar y lo que esto conlleva (alejamiento de los padres, mayor disciplina, convivencia con sus pares, nuevas exigencias y responsabilidades, etc.) podrían favorecer su aparición en los niños, sin embargo, se ha comprobado que muchos niños que ingresan al ámbito escolar no presentan dicho trastorno, por lo que sólo se recomienda orientación a los padres y profesores para evitar situaciones de angustia y corrección ansiosa.
- Tartamudeo propiamente dicho: Se produce aproximadamente a los 10 años, edad en que ya se puede hablar de una tartamudez real, que es consecuencia de una emoción brusca o una experiencia traumática en niños con una predisposición emocional, o bien, por causas imprecisas.
En este sentido, han surgido diversas teorías que intentan dar una explicación al respecto:
- Teorías orgánica: Las cuales explican su origen debido a alteraciones de tipo fisiológico.
- Teorías de la neurosis: Relacionadas con el aspecto de la personalidad, emocionales y de conducta (sobreprotección, problemas en las relaciones interpersonales, etc.).
- Teorías de la ansiedad: Inseguridad, temores, ansiedad.
- Teorías del aprendizaje: Estimulación y motivación.
No obstante, hasta el momento, a pesar de las múltiples investigaciones a este respecto, aún no se conocen con exactitud las causas de la disfemia, por lo que ésta presenta una etiología multifactorial (origen debido a múltiples factores que van desde cuestiones hereditarias, de sexo, trastornos de lateralización y ubicación tempo-espacial y alteraciones lingüísticas o psicológicas. Ésta última es una de las más aceptadas y considerada como la única causa del trastorno, pues se relaciona a éste con perturbaciones afectivo-evolutivas y falta de estructuración psicológica).
Como se puede observar la disfemia o tartamudez es un trastorno complejo que debe tener una evaluación e intervención pertinente, que requiere tomar en cuenta la edad evolutiva de los niños, sus características y antecedentes familiares. Deben tomarse en cuenta las características mínimas de la disfemia que son el esfuerzo que presenta el niño durante la articulación de fonemas, la tensión articulatoria y los bloqueos o interrupciones bruscas al intentar articular palabra.
Asimismo, se les recomienda a ustedes, padres de familia y profesores a cargo de la educación y desarrollo de los niños, estar atentos ante cualquier signo que muestre la presencia de esta alteración del habla, crear conciencia de la importancia que tiene la intervención oportuna (se recomienda acudir a terapeutas de lenguaje y psicólogos especializados, debido a que, como se mencionó anteriormente, entre las causas que provocan la disfemia sobresale el aspecto psicológico), que debe ser antes de los 8 años de edad (debido a que en edades más tempranas podría ser perjudicial para el niño pues podría fijar más el trastorno que corregirlo) y evitar las burlas, castigos y la sobreprotección, así como evidenciar las alteraciones y hacerles repetir la palabra o la frase que ha tartamudeado, ya que cada una de estas actitudes colocan a los niños en situaciones de tensión y ansiedad. Por lo tanto, no deben olvidar que lo que el niño (a) necesita es cariño pero sobre todo comprensión de su parte, que le ayudarán a mantener una estabilidad emocional y, en consecuencia, una mejor fluidez verbal.